Ya huele a Navidad




Pues así, como quien no quiere la cosa, hemos llegado casi al fin del puente de la Constitución-Inmaculada y encontramos las calles de la ciudad iluminadas, con ese ambiente festivo, de ilusión y de niños por la calle emocionados, pensando en sus listas de regalos, en que se han portado bien, y por supuesto, creyendo en esa “magia” que cuando nos hacemos, se hacen mayores, se esfuma.  Miles de personas en todas las calles, en los centros comerciales, música que se mezcla con el jaleo y bullicio típico de las prisas y los compromisos. Cenas de navidad, de empresa, calentamientos de cabeza y un largo etcétera propio de estos tiempos que corren.
Ojalá mirar la vida con esos ojos inquietos y que se sorprenden por las pequeñas cosas de la vida: desde el sonido de una caja al golpear el suelo, un aplauso, una canción o una carantoña de la abuela.

Al final, lo que importa en la vida es precisamente todo aquello a lo que en ocasiones no les damos demasiada importancia, por pequeño y cotidiano que parezca, como por ejemplo, el pisar ahora las hojas del suelo, que están ahí, quietas, tras haber cumplido su función. El canto de los pájaros al acostarse despidiéndose del sol. Ese amanecer que silencioso se hace un hueco entre las caras frustradas de las mañanas que vamos a trabajar, sin ver que ahí, a nuestro alrededor, hay un mundo esperando a que descubramos que estamos aquí para ser felices. Ese cielo cubierto y esas ganas deseosas de ver nevar. El crujido de la madera al quemarse en la chimenea.

Me encanta la Navidad desde que era pequeña. Me encanta el ritual de preparar el árbol, de poner el Belén, de decorar y ver las luces, de poner algunos villancicos o canciones relajantes de encender velitas con olores dulces y especiados, de hacer dulces, galletas o postres que invadan de ese rico olor la casa y la hagan todavía más acogedora. Es sin duda, el momento perfecto para compartir, para pensar en esos detalles que les pueden gustar al otro, en preparar las cosas con ilusión y cariño, realmente, de hacer las cosas con corazón.

Aunque desde finales de Septiembre ya podemos encontrar el turrón en grandes superficies y cada año parece que nos quieren vender la Navidad más pronto, lo cierto es que dejando a un lado ese aspecto consumista y nada relajante, sino más bien todo lo contrario, de pensar en los que no tienen la suerte que tenemos nosotros de poder sentarnos a la mesa todos juntos, de poder comprar aquello que nos gusta, de poder en definitiva sentirnos bien. Hay muchas personas y/o familias que viven sutuaciones tan desfavorecidas, complicadas y tristes que estas fechas se lo hacen más patente. Quizás, es momento de pensar también un poco en ellos, y de donar aquello que no usamos, de entregar juguetes a cruz roja u otras asociaciones, de poder dar un poco de nuestro tiempo a quienes no pueden ocuparse de ser felices porque les falta algo realmente importante. Cuando veo la campaña de recogida de alimentos que ha sido estos días 1 y 2 de Diciembre, veo que en el fondo, seguimos siendo tan generosos como siempre. Ojalá llegue el día en el que no haga falta ni donar, ni regalar por necesidad de otros, sino simplemente porque todos pueden hacerlo por sus propios medios. Ojalá un mundo más justo y más feliz. Ojalá muchos más regalos de ese aspecto para la humanidad.

Es tiempo de preparar la llegada. Para unos será la del niño Jesús, la de otros será simplemente un día festivo, un día de reunión con la familia (la que quieres y a la que ves por obligación), la llegada del invierno, o la de algo nuevo en forma de propósitos para el nuevo año, de un cambio en algún aspecto de nuestra vida, de algún giro en algo que teníamos mucho tiempo de hacer. Lo cierto es que es unas fechas en las que la mayoría de las personas, cambian el chip, otras, simplemente, lo apagan.

Nos damos cuenta de que los años van pasando, y cada persona, con sus miedos, con sus preocupaciones, frustaciones o con la esperanza de quien creen que lo mejor está por venir, se sienta a la mesa, a brindar, quizás con buenas intenciones de que de algún modo, las cosas cambien, a mejor. Cada uno brinda con ilusiones y ganas diferentes. Algunos simplemente levantan la copa sin más y otros, cierran los ojos esperando que se obre el milagro.

En definitiva, es un tiempo de reflexión, de vivir en paz y en familia, de dejar diferencias a un lado, de poner cada uno de su parte para ser un poco más felices, de estar contentos y con alegría por lo que tenemos, pero también por lo que no tenemos. Espero que en estas fechas podáis disfrutar de la familia, de vuestros seres queridos y de estos tiempos que sin duda, son especiales.

Mis mejores deseos! Un abrazo!
Inma




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