Reflexiones de un domingo: Dejar ir



“Dejar ir, también es dejar llegar”

“Dejar ir está siempre asociado con la pérdida. Hay quienes piensan que dejar ir implica soltar lo que nos produce seguridad y lo conocido para lanzarnos al vacío sin paracaídas. Obviamente esa idea no nos ayuda a dejar ir, al contrario, genera una fuerza opuesta que nos mantiene atados a lo que nos lastima. Aunque somos conscientes de lo que debemos dejar atrás, lo que no nos hace bien, la sensación de pérdida es tan abrumadora y la incertidumbre tan grande, que nos aferramos a esa situación. De esta forma podemos pasar meses o incluso años debatiéndonos entre el aferrarse y el soltar.
Para que se produzca un cambio realmente trascendental en nuestro interior, primero debemos ser capaces de deshacernos de todos los prejuicios, patrones de pensamiento negativos o poco saludables, creencias y apegos que nos limitan. 

Sólo podemos abrazar el cambio, cuando estamos dispuestos a abandonar lo que somos. Visto así, el dejar ir no tendría por qué ser algo negativo, más bien todo lo contrario. Es un proceso de crecimiento interior que se fundamenta en el desapego, para permitir así que todo lo nuevo que esta por llegar pueda ocupar ese lugar.
A veces, mantenernos encadenados al pasado, nos impide movernos hacia el futuro y todo lo que nos depara. Los hábitos y la zona de comodidad nos mantienen atrapados, impidiéndonos aprovechar las nuevas oportunidades.

Por eso, podemos empezar a ver ese “dejar ir” como un paso necesario para “dejar llegar”.

No se trata simplemente de una pérdida, sino de un acto consciente de desapego a través del cual nos permitimos abrirnos a las nuevas experiencias. Se trata de un cambio de perspectiva que puede cambiarlo todo y que sin duda, vale la pena”. 

Esta tarde de domingo, el primero de febrero, donde hace mucho frío y llueve (y donde me he quedado con ganas de ver nevar de nuevo en la capital), he estado haciendo eso de “ponerme al día” y además de organizar un poco la semana, he empezado a apuntar en la agenda esas “cosas pendientes” que por motivos varios vamos dejando atrás para otro momento. Quizás por esa sensación de paz y de tranquilidad de invita a una pausa, a dejar atrás las prisas, la rutina y la falta de tiempo para dedicarnos a nosotros mismos y a hacer aquello que realmente nos gusta. 

Esta tarde ha caido en mis manos el texto que os he dejado arriba, y ha sido algo así como el mensaje que necesitaba leer en el momento oportuno y lo que me ha impulsado a escribir hoy, y cómo no, a apuntar en mi agenda con fecha, determinadas cosas que por circunstancias varias, siempre vas dejando para un “mañana” que parece no llegar nunca. 

¿Cuántas veces hemos permanecido incómodos en una situación por el simple hecho de que cambiarnos a otro sitio suponía una gran incertidumbre? ¿Y si supiéramos qué nos espera en el otro lado de la decisión? ¿Actuaríamos igual? ¿Daríamos el salto? ¿El miedo, la rutina, el cansancio, nos paraliza?

En cierto modo, no nos enseñan a dejar ir. Nos pasa con la muerte, un tema tabú y casi por el que pasamos de puntillas. Pero en ocasiones, no es una muerte física la que nos sumerge en una profunda incomodidad algo cómoda. Puede ser que estemos en un trabajo que nos agota, que nos impide realizarnos como personas, que nos produce desidia y frustración. Puede ser una relación de pareja que ha llegado a su rutina y a pesar de no llenarnos por completo, nos produce cierta comodidad. Puede ser un grupo de amigos que no nos produce las mismas sensaciones que antes, pero es que empezar a buscar nuevas personas con las que compartir aficiones supone una inversión de tiempo. Incluso lo que antes nos encantaba, hoy, con el paso de los años, no nos produce la misma alegría. Pero investigar nuevas posibilidades supone descubrir algo que no nos gusta. Y por qué no hablar de la salud. Por ejemplo salir a andar, supone salir de casa y estamos muy cómodos cambiando de canal, esperando que la televisión nos entretenga. Y así podría poner cientos de ejemplos.

Acumulamos muchas cosas que no necesitamos. ¿Te has fijado que puedes tener almacenados en la tarjeta de tu sim del móvil números a los que no vas a llamar en tu vida? ¿Que quizás no te acuerdes ni de cómo es la cara de esa persona? Pero ahí lo tienes. Y con la ropa pasa igual. Y mientras hablamos de cosasa materiales, todo parece un poco más fácil de eliminar. Pero si hablamos de nosotros y de algo a lo que nos hemos acostumbrado, la cosa se complica.

Me ha encantado eso de para “dejar ir, hay que dejar llegar”. Todos llevamos encima una mochila en la que llevamos lo suficiente para sobrevivir (que cada cual piense qué es lo que contiene su equipaje). Piensa si lo que llevas realmente te gusta, te es necesario. Porque a lo largo del camino (que ojalá sea largo), encontrarás nuevas cosas que querrás forme parte de tu equipaje. Y posiblemente, el espacio que ocupa lo que ya llevas, impida que puedas guardar nuevas cosas, que descubras nuevas sensaciones, que encuentres algo que realmente te emocione, que te llene por completo, que te haga sentir feliz en definitiva.

El miedo nos impide decidir porque la incertidumbre, nos nubla. Todos tenemos miedo en muchos momentos de nuestra vida. Todos hemos empezado a caminar y nos hemos caido, pero ello no nos ha impedido seguir intentándolo. Todos hemos aprendido a montar en bici con cuatro ruedas y hemos sentido miedo al notar que ya no teníamos tantos apoyos. Pero al pedalear, el propio impulso nos mantiene en pie y seguimos avanzando.

Ahí está el kit de la vida: sólo podemos avanzar si seguimos tomando impulso.

Os deseo que tengáis una muy buena semana. Y si en algún momento de la vida, tienes miedo a quedarte donde estás o a no llegar al lugar que quieres, aunque cueste, pedaléa, no te detengas.

Con amor,

Inma


Comentarios

Entradas populares